jueves, 1 de octubre de 2009

Yo nunca la vi llorar



Ahora mismo, mi reloj marca las 18:29 horas. Recuerdo con especial tristeza este día, porque hoy 28 de Septiembre de justamente hace un año y justamente a esta misma hora, el dolor y la rabia se hacían presentes en tu Convento de Capuchinos; estaba lloviendo y por primera vez la Divina Pastora se quedaba en casa. Yo nunca te vi llorar y por eso, yo tampoco lo hice aunque ganas no faltaron.
Cuánto ha cambiado mi vida desde entonces…
Cuántas sáplicas y peticiones he depositado en tu regazo desde aquel día…

Aunque fue una mala tarde, recuerdo con especial ilusión y anhelo todo lo que de por sí me deparó aquella fecha; aunque mala también fue especial, todo hay que decirlo. Pero eso por ahora, se quedará entre la Virgen y yo.

Curiosamente, el cielo también un año después, parece que ha querido viajar en el tiempo y se ha nublado para recordar que hoy hace un año, todas las ilusiones de un año entero se chafaron en tan sólo cinco minutos. Pero para qué seguir recordando aquel día…

Mejor, pensar en que reinaste en Jerez 712 días después; mejor pensar en que esta vez te quisiste revestir de Reina para salir a la calle. Porque Jerez te necesitaba; todos los que formamos parte de tu Redil implorábamos a tu advocación para que otra vez no se repitiera la misma historia del año pasado. Porque había muchísimas ilusiones y ganas de demostrarle a Jerez que tu eres nuestra única esperanza. Son tantas cosas las vividas que se me antojan imposibles resumirlas en un solo texto.

María, sólo espero que ruegues por nosotros y que nunca nos dejes de guiar con tu báculo, para que siempre nos cuides y devuelvas la salud a tu Redil Eucarístico.

Y por último pedirte que se cumplan todas las peticiones e ilusiones que cada uno de nosotros depositamos en el corazón de tu hijo. Por lo menos, cumpliendo mi petición sabes de sobra porque no sería la primera vez que te lo pido, que volvería felizmente a sonreír. Tú ya lo sabes.

Y sin mas, y desde el cariño y la alegría de este quien os habla, se despide con un afectuoso y cariñoso abrazo de uno que siempre llevará un báculo y un sombrero en su corazón.

GRACIAS HERMANOS.
Manuel Ignacio Blanco Cardenas

No hay comentarios:

Publicar un comentario