viernes, 8 de octubre de 2010

Felicidades

Ayer fue tu Santo.
En el convento de Padres Dominicos, comenzó el triduo en tu nombre. Debería estar alegre porque era tu fiesta y se acerca el día en que los jerezanos te vean con tus ropajes de gala, vean ese maravilloso manto de la batalla de Lepanto, cuando por vez primera te nombraron como Reina de la Victoria y Sra del Rosario. Sin embargo, no es así como me siento.
Mi corazón está triste, mi vida cotidiana se ve mermada, porque ayer no realicé la llamada que año tras año hacia para decirte: "Felicidades". La llamada de ayer se convirtió en oración y trabajo costalero, ese que a ti no te gustaba que hiciese.
Ayer volví a ser Costalero en San Miguel, de un crucificado, el cual me quita la sed que me provoca el saber que ya no estas con nosotros.
Solamente espero que allá donde estés, que seguramente sea al lado del Santo Crucifijo de la Salud, y tu Virgen querida de la Merced, cuides de nosotros para que todo nos vaya bien mientras no gocemos de nuevo de ti.
Sólo me queda decirte, Felicidades abuela.

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